sábado, 8 de diciembre de 2012

HOSPITAL DOCKER (creación y primeros años)



La Campaña de 1909 puso de manifiesto la escasa preparación de Melilla para atender a las necesidades  sanitarias de una operaciones militares de gran alcance. Durante aquella hubo que improvisar hospitales aprovechando  instalaciones de los cuarteles sin ocupar, habilitando hospitales provisionales como el del Buen Acuerdo, e incluso recurriendo a locales destinados a otros usos como el Casino Militar o la iglesia del Pueblo.

Finalizando la campaña se procedió a la instalación de un nuevo hospital de carácter permanente, para lo que se eligió una zona, cercana al fortín de Triana,  en la que el terreno tenía una caída natural hacia el mar , facilitando de esta forma la evacuación de aguas  residuales. 


El proyecto corrió a cargo del capitán de Ingenieros Droctoveo Castañón, y en enero de 1910 se comenzaron a instalar en el lugar elegido, sobre cimientos de mampostería,  16 barracones tipo Docker (construidos en Hamburgo), teniendo cada barracón una capacidad para 20 camas. De los barracones, 10 fueron destinados a recepción de enfermos y el resto se dejó para clínicas , oficinas y otras dependencias.

El día 14 de marzo recibió el hospital los primeros enfermos procedentes del cercano  hospital provisional de infecciosos, organizado en 1909 en lo que sería el fondak de Asmani. La farmacia se instaló ocho días más tarde. Posteriormente se recibieron 14 barracones tipo Hospitalier, de la misma capacidad, con los que se amplió el hospital  hacia la zona de Alfonso XIII, alcanzando una capacidad para 380 heridos.


Los barracones Docker y Hospitalier se organizaron en cuatro clínicas, correspondiendo a cada una cinco pabellones. Al desmontarse, en enero de 1913, el hospital del Buen Acuerdo, instalado en el barrio central, los barracones se agregaron al Docker.

A partir de 1913 comienzan a construirse barracones de mampostería , incluidos en un nuevo proyecto del capitán de Ingenieros José Claudio. 


miércoles, 10 de octubre de 2012

FERIA HISPANO MARROQUI (1929)



Las fiestas patronales de septiembre de 1929 mostraron a la población de Melilla una fisonomía muy distinta a la habitual en la ciudad. A los festejos de siempre se añadieron nuevas estampas sin tradición anterior.

El 9 de septiembre se inauguraba una Exposición Hispano-Marroquí, en la que no faltaron secciones de todo tipo, con inclusión de un zoco montado al estilo habitual  del campo vecino, en el que se ofrecían toda clase de productos del campo y de la artesanía popular. Por no faltar, ni siquiera faltó una amplia orquesta compuesta por 50 músicos rifeños que, “en infernal algarabía”, tocaban, cantaban y bailaban, ni tampoco el clásico encantador de serpientes.

El zoco de la Exposición Hispano-Marroquí de Melilla

El zoco fue situado en las faldas del cerro de San Lorenzo, en los terrenos en los que años más tarde se levantarían la plaza de toros y las llamadas “casas de maestros”. Por parte rifeña presidía la feria el indispensable Abdelkader ben el Hach Tieb, naib del gran visir.

Exposición Hispano-Marroquí de Melilla

Entre las secciones destacó igualmente un concurso de ganado al que acudieron las kabilas del Rif con sus mejores ejemplares. El primer premio, en la categoría de caballos se lo dieron, no se si por oportunidad política, al mencionado Abdelkader, que renunció al premio en favor de otro concursante, y el segundo la correspondió al ciudadano de Mazuza Mohamedi Dudú, con apellido que nos acerca en el tiempo histórico de la ciudad.

Concurso de ganado. Jurado (Melilla 1929)

La foto muestra al jurado del concurso, y en ella se observa, por dar algunos nombres significativos, además de al naib Abdelkader, a la izquierda de la misma, al teniente coronel Muñoz Grandes, jefe de Intervenciones Militares; a la derecha, al comandante Cebollino, de la Mehalla Jalifiana nº 5, y sentado bajo la tienda, al ingeniero director de la Granja Agrícola Carlos Cremades.

lunes, 20 de agosto de 2012

EL HOSPITAL GÓMEZ JORDANA


A principios del siglo XX las enfermedades infecciosas tenían una gran incidencia en el panorama sanitario de la ciudad, sobre todo las llamadas “fiebres infecciosas intestinales”, provocadas por el deficiente estado de las aguas de consumo ciudadano, contaminadas por la falta de alcantarillado en una ciudad en rápida expansión poblacional y urbana, y por la existencia de pozos fácilmente contaminables de donde se surtía la población, estando afectada aquella con menos recursos y muy especialmente la población infantil.

Esta incidencia era también muy  acusada en  los acuartelamientos, debido a la convivencia muy cercana de  numerosos grupos de hombres que facilitaban la expansión de las enfermedades citadas. Durante las campañas del Rif y del Kert se puso de manifiesto, de forma notoria, la incidencia de las enfermedades de origen infeccioso entre las tropas  del campo de Melilla, por lo que, para aislar a los hombres de los enfermos, a estos se les conducía a un campamento sanitario instalado en la Restinga.  Años más tarde serían llevados a las islas Chafarinas.

Hospital Gómez Jordana en construcción (1913)

En octubre de 1912, la Junta de Arbitrios, haciéndose eco de las advertencias de la Junta de Beneficencia, asumió la necesidad imperiosa de la instalación urgente de un hospital de infecciosos en la ciudad.

El proyecto de hospital, de Moreno Lázaro, fue aprobado en el mes de noviembre siguiente, con el fin de destinarlo a hospital civil. Se trataba de levantar tres pabellones  de 30 camas, divididos en dos compartimentos, para hombres y mujeres; uno para enfermos de viruela, otros para infecciosos en general, y el tercero para dependencias. Es plan inicial sería modificado con el transcurso del tiempo, añadiendo nuevos pabellones y dependencias diversas.

Sería instalado en las faldas de Camellos.

Se terminó, haciéndose cargo de él la Junta de Arbitrios en abril de 1914, al mismo tiempo que el general Villalba proponía, y era aceptado, el nombre de General Gómez Jordana para el hospital.

En realidad, lo que pretendía ser un hospital civil, fue, sobre todo, un hospital militar.

Tras la  caída de la Comandancia General de Melilla en 1921, fue necesario ampliarlo con varios barracones Docker. Antes de julio, tenía hospitalizados 50 hombres; tras los sucesos, 425.

Es aconsejable la lectura del libro de Arauz de Robles (Por el camino de Annual), donde hace una corta pero dramática descripción del hospital de infecciosos.

Hospital Gómez Jordana, proyecto de ampliación (1924)

Durante los años siguientes se fueron sustituyendo los barracones por edificios de mampostería. Entre ellos una dependencia para las Hermanas de la Caridad, y un nuevo, y más amplio, depósito de cadáveres, como puede verse en el plano adjunto.

Hospital Gómez Jordana  (1925-26)

El hospital se suprimió en septiembre de 1931, llevándose los 100 enfermos que quedaban al Hospital Pagés.

Al constituirse la escuela de Magisterio en abril de 1932, bajo la dirección de Aurelia Gutiérrez Blanchard, el alcalde accidental, Gómez Morales, solicitó del general García Boloix, jefe de la Circunscripción, la cesión del Hospital García Jordana para instalar la escuela, con lo que se inició una agria polémica en la ciudad, que por sí misma merece una página aparte.

Plano del Hospital Gómez Jordana (1924) sobre foto de 1982.


domingo, 13 de mayo de 2012

EL VIEJO MERCADO DEL REAL

Fundados los barrios del Real e Hipódromo al final de la campaña de 1909, el crecimiento de la población fue tan rápido que al poco tiempo comenzaron a oírse voces reclamando un mercado para ambos barrios. Su población tenía que desplazarse hasta el mercado del Mantelete para hacer sus compras, una distancia tan grande para aquella época que incluso algunos vecinos, con evidente sorna, hablaban de “ir a Melilla a comprar”.

Por fin la Junta de Arbitrios escuchó las voces, y en sesión del 15 de octubre de 1910, puso en el orden del día la necesidad de un mercado para los barrios exteriores, al que se añadiría un centro de vigilancia y policía urbana, así como un  material para la extinción de incendios del que carecían aquellos.

Mercado del Real (1918)

Como la construcción de un edificio para la instalación de un mercado estaba fuera de las posibilidades económicas del órgano municipal, se sugirió (propuesta que ya se había hecho con anterioridad) se solicitara de la autoridad militar la cesión del inoperante zoco-fondak, en las cercanías, que, con una sencilla adaptación, podía servir para aquel objeto. La respuesta fue negativa.

La oportunidad  llegó cuando, autorizada la empresa del cine Victoria a sustituir el barracón que utilizaba por un edificio de nueva planta, la Junta de Arbitrios tomó aquel en alquiler, llevándolo al barrio del Hipódromo, donde quedó instalado en febrero de 1911. Allí se dividió el interior en varias casetas y se perforó un pozo en el centro. Para sorpresa del órgano municipal, el mercado no tuvo el éxito que se esperaba; fue muy poca le gente del Hipódromo y Real que acudía a los escasos puestos que fueron solicitados, de tal forma que, incluso, tuvo que rebajar los arbitrios que se abonaban por su concesión. A ello se unió la protesta de los adjudicatarios por la prohibición del uso del agua del pozo, ya que, tras su análisis, se demostró que no reunía las condiciones higiénicas necesarias.

La población  de ambos barrios fue aumentando y hubo un momento en que ya no se podía dilatar más la demora en la construcción de un nuevo mercado con las obligadas garantías higiénicas.

En junio de 1915 el arquitecto municipal hizo un estudio previo, que, terminado y enviado al Ministerio de la Guerra, fue aprobado por Orden Circular de 9 de octubre de 1915. El proyecto definitivo, del capitán Ramón Abenia González,   se aprobó en sesión del 12 de enero de 1916.

El proyecto constaba de cuatro grupos de casetas con doble marquesina de hierro, una de ellas exclusiva para pescadería, siendo esta de piedra artificial para facilitar la limpieza diaria. Cada uno de los tres grupos restantes contenía 18 casetas. Tenía dos locales independientes, uno para alojamiento del conserje y otra para el repeso.  Se habilitó un espacio para los vendedores transeúntes, a quienes había recurrido la población local hasta entonces. El mercado estaba previsto no solo para los barrios del Real e Hipódromo, sino también para los de Triana, Tesorillo e Industrial.
El solar para la obra fue cedido por la Compañía Española de Minas del Rif.

Mercado del Real (1920)

Las obras se subastaron el 18 de febrero de 1916 y le fueron adjudicadas  a Francisco Bueno, quien las comenzó un mes más tarde.

Fueron inauguradas el 1 de noviembre de 1916.

El mercado del Real cumplió su función durante un tiempo, aunque en su transcurso hubo que hacer continuas obras de mantenimiento. Diez año más tarde  la propia Junta Municipal lo calificaba  (Memoria 1927-1930) de “impropio de una ciudad moderna”. Se gestaba ya la construcción de un nuevo mercado.

lunes, 26 de marzo de 2012

POLÍGONO, PRIMER BARRIÓ EXTRAMUROS DE MELILLA. SU FUNDACIÓN


El aumento, lento pero continuo, de la población en Melilla durante el siglo XIX, llegó a un punto tal que se hacía perentorio el buscar una solución al problema del alojamiento, crónico en la plaza desde siglos antes, creando un barrio fuera del estrecho marco de las llamados Recintos Históricos o Recintos Fortificados.

 Plano de Melilla (1893)

Aunque la idea estaba latente en las voluntad de  los gobernadores, sobre todo después que los Manteletes, el interior primero y el  exterior después,  fueran ocupados por casetas levantadas en su mayor parte por hebreos procedentes de las kabilas cercanas a la plaza, e incluso se hubiera solicitado autorización para construir un barrio al pie del cerro de Horcas,  solamente se hizo realidad al formalizarse, por parte de algunos vecinos, una petición oficial para construir fuera de los antiguos recintos amurallados.

En noviembre de 1886, Joseph Levy, comerciante, Francisco García Romagnoli, maestro ajustador de la Comandancia de Ingenieros, Alonso Díaz, almacenista de bebidas y José Coret, propietario de un tejar, solicitaron permiso para construir en el campo exterior, adjuntando un croquis con la situación de las viviendas propuestas.

 Viviendas del Polígono, fachada (1890)

En el informe emitido por la Comandancia de Ingenieros de Granada, emitido en el mes de diciembre siguiente, se decía que las construcciones  que se proponían se hallaban aisladas una de otra y que lo que procedía era la propuesta de un plan de arrabal que estuviera bajo la protección de la Plaza y construido “conforme a los principios de urbanización moderna”.

Como el camino a seguir  ya estaba marcado, en enero el Capitán General del distrito ordenó la formación de una comisión compuesta por vocales de la Junta de Arbitrios “y vecinos que por su capital y conocimientos pudieran ser útiles”, para que en el campo exterior de la plaza se eligiera un terreno adecuado para la construcción de un barrio “que respondiese a la creciente necesidad de dar ensanche a la población”.

 La Junta  formada estaba compuesta por el Comandante sargento mayor Manuel Ortega, el Jefe de Sanidad Francisco Carmona, el Vicario Joaquín García Reguera, y los civiles Antonio Manzano, un malagueño llegado a Melilla en 1874 como tabernero, que después se convertiría en comerciante en telas y, tras la creación del barrio, instalaría una fabrica de harinas en el Polígono; Manuel Ferrer Torán, un hombre crecido a la sombra del brigadier Macías, constructor del barrio de la Alcazaba, el primero fuera del primer recinto, concesionario de una cantera y propietario del café de León en la calle San Miguel, que hacía la función de casino militar; Alonso Díaz, ya citado, y José Salama Rofé, comerciante en tejidos y banquero ocasional.

Se propusieron terrenos cercanos a las murallas, que fueron rechazados por ser contrarios a la Ley de Zonas Polémicas, y finalmente se optó por los  que hoy ocupa el barrio, que, aun no estando tampoco conformes con la citada ley, al menos se hallaban a mayor distancia, dejando despejado el terreno intermedio, por lo que su habilitación se hizo como “polígono excepcional”.

Con la tardanza endémica en la historia de la ciudad el plano propuesto para el barrio se aprobó por R.O. de 29 de noviembre de 1888, casi dos años más tarde de la propuesta inicial, concediéndose el terreno a la Junta de Arbitrios. Los terrenos se tasaron a 2 pesetas/m2 y los solares de las primeras viviendas ocupaban una superficie de 10 metros de frente por 15 de fondo, superficie que fue modificada con el tiempo. Las bases para la venta de los solares se aprobaron en Junta del 10 de enero siguiente, elevándose hasta el Capitán General y publicándose en los Boletines Oficiales de Málaga y Granada.

 Polígono, plano de una vivienda (1893)

Por fin, en acta del 17 de marzo de 1890 se adjudicaron los primeros solares: A José Coret, cuatro solares; a Antonio Manzano, José Bernardi, Amalio Valderrama, José Rico, María Peralta y Rafaela Cortés, dos solares. De ellos, dos tenían su domicilio en el Pueblo, y los otros cuatro en las barracas del Mantelete. Tomaron posesión de aquellos en el mes de abril siguiente, siguiendo el protocolo acostumbrado, paseando por los terrenos  y esparciendo la tierra a puñados. En actas posteriores se fueron adjudicando más solares.

Los terrenos fueron entregados “a canon”, debiendo abonar 5 pesetas como reconocimiento del dominio por parte del Estado. Es decir, los adjudicatarios eran propietarios de las construcciones pero no del terreno. Una anomalía que no se solventó del todo hasta 1933.

Las primeras viviendas, la gran mayoría de planta baja,  se terminaron a principios de 1891, trasladándose a ellas una pequeña parte de la población del Pueblo, pero, sobre todo, la mayor  parte del comercio hebreo instalado en el Mantelete, lugar donde en aquellos días se creaba un nuevo barrio interior.

Había nacido el barrio del Polígono.

 Barrio del Polígono, vista general (1894)

domingo, 11 de marzo de 2012

MUNDIAL PABELLON


Solo los mayores de Melilla recordarán los llamados popularmente Pabellones Mundiales, aunque su nombre oficial era el de Mundial Pabellón.


Nacieron en un momento en que le demanda de alojamiento en la ciudad desbordaba la insuficiente oferta, insuficiencia  originada por las recientes campañas militares y la llegada incesante de nueva población.

Fueron inaugurados en julio de 1910

Mundial Pabellón 1925

En septiembre de 1927 se pensaba derribarlos para colocar en su lugar el Cine Monumental que más tarde fue construido en la calle Ejército Español.

Plaza Comandante Benítez 1986

En los años treinta fueron sustituidos por el edificio que hace esquina entre las calles García Cabrelles y reyes Católicos.

miércoles, 15 de febrero de 2012

COLUMNA HERNANDEZ

Don Venancio Hernández Fernández,  Comandante General de Melilla entre el 29 de septiembre de 1899 y el 7 de agosto de 1904, fue el creador del magnífico parque que lleva su nombre. Al poco tiempo de tomar posesión de su cargo puso en marcha una iniciativa para la formación de un parque forestal que diera un color alternativo a la nueva ciudad que se creaba en el llano.

En Junta celebrada por el peculiar órgano municipal el día 15 de mayo de 1902, y con el fin de que la arboleda en formación conservara el nombre del general, se dio  el nombre de Paseo Hernández al que transcurría a lo largo del parque. En la misma junta, y como manifestación permanente de recuerdo, se acordó levantar una columna conmemorativa.

Tres días más tarde, fecha coincidente con la de la mayoría de edad del Rey Alfonso XIII, se inaugura el acogedor lugar, con  el nombre definitivo de Parque Hernández.



Columna Hernández, proyecto (1908)

La idea de la columna arriba apuntada, olvidada durante un tiempo, es retomada, en sesión de la Junta del 18 de enero de 1904, en la que el Coronel de Artillería, Conde de la Torre Alta, vocal de la misma, insiste en la propuesta anterior de levantar una columna, propuesta que es aprobada por unanimidad. Se  elaboraron dos proyectos; uno por importe de 21.100 pesetas, que fue desechado por ser demasiado alto; otro más, hecho en el mes de mayo siguiente, fue también apartado por motivos similares.

El general Hernández falleció en Melilla el 7 de agosto de 1904 sin que la idea inicial de columna conmemorativa se llevara adelante. Nada raro en la Melilla de entonces, donde propuestas similares solían dormir en los cajones oficiales. La escasez de medios económicos obligaba a dejar latentes proyectos inicialmente asumidos con interés e incluso con entusiasmo.

Precisamente con motivo del fallecimiento del general  El Telegrama del Rif asume la iniciativa de elevar un sencillo monumento dedicado a   D. Venancio Hernández, secundado aquella por el entonces secretario de la Junta de Arbitrios, el abogado Manuel Ferrer. Para ello se abre una suscripción entre  la población y la guarnición, comenzando a llegar donativos de todos los colectivos sociales, incluida la tropa. Ante tal iniciativa, y con la presión interna del vocal Coronel de Artillería, la Junta se ve obligada a adherirse a la misma.

Algo más tarde, entrado el año siguiente, se crea la primera sociedad deportiva de Melilla, impulsada por Antonio Pezzi de Luque, el llamado Melilla Sporting Club, para la práctica de deportes tan novedosos como el lawn tennis y el skating, para el común tenis y patinaje. Se les concedió una parte de terreno cercano a la rotonda del parque, precisamente donde se pensaba situar el monumento. Lo cierto es que  el club deportivo tuvo una vida muy corta y, por otra parte, difícilmente hubiese podido sobrevivir tras la terrible inundación del 29 de septiembre de 1906 que arrasó el Parque Hernández. Habría que esperar hasta nueve años más tarde para que varios componentes de la familia Salama introdujeran definitivamente el tenis en la ciudad.

Columna Hernández (1912)

La suscripción abierta por el diario local tuvo el resultado previsto. Con una población tan pequeña de la que su mayor parte estaba compuesta de gente muy humilde, la recaudación fue insuficiente. A fines de 1908, cuatro años más tarde, solamente se habían recaudado 1.500 pesetas, cantidad que había sido ingresada en la caja del órgano municipal a lo largo el periodo.

La Junta, en el mes de diciembre, tomó la decisión de dejar al Telegrama de Melilla el protagonismo de llevar a cabo la idea del monumento, comprometiéndose a aportar los fondos necesarios para completar el proyecto.

Con aquel corto fondo el diario  local se limitó a adquirir una columna de hierro de 8 metros de altura, que llevaba una dedicatoria al  General Hernández, columna fundida en los talleres de Antonio Herrero de Málaga. Se creyó conveniente colocarla sobre una escalinata de mármol rojo y rodearla de una pequeña columnata unida por cadenas, tal como puede verse en una de las fotografías adjuntas. Fue situada  en el lugar que ocupó el Melilla Sporting Club, en la zona que desde entonces llevaría el nombre de Glorieta Hernández.

Fue inaugurada el 17 de abril de 1909, siete años después de que naciera la primera iniciativa.



Columna Hernández (2011)

domingo, 5 de febrero de 2012

LA IGLESIA CASTRENSE

Durante más de cuatro siglos desempeñaron las funciones de iglesias castrenses las ermitas situadas en el primer recinto de la antigua fortaleza. En 1659, y tras varios años de obras, se terminó la actual iglesia del pueblo, edificio que ha sufrido diversas reparaciones y modificaciones a lo largo de su historia. La última en 1877, cuando se hallaba en un estado de inminente ruina, a punto de derrumbarse el muro en el que se apoyaba la capilla de las Ánimas, contiguo al solar inmediato, y con él todo el edificio. Durante años se habían acumulado materiales en el citado solar y aun dentro de la iglesia, donde se apilaban las planchas de mármol para unas obras que nunca se iniciaban. Por fin, y con proyecto del capitán de Ingenieros Aurelio Alcón, se procedió a su recuperación, obras que consolidaron el edificio, de forma tal que se ha mantenido en regulares condiciones hasta hoy. 


Iglesia del pueblo (Aurelio Alcón, 1877)

La iglesia del pueblo siguió siendo iglesia castrense hasta que el desplazamiento de la vida ciudadana hacia la zona de la Melilla moderna y la creación de nuevas unidades militares en el exterior de los recintos históricos, hizo pensar en la creación de una nueva capilla más céntrica. 

No habiendo medios económicos para levantar un edificio de nueva planta, la primera oportunidad se encontró cuando, adelantada la construcción del nuevo Hospital Docker  en la zona del Zoco, en enero de 1913 se procedió a desmontar el hospital del Buen Acuerdo, levantado de forma provisional durante la Campaña de 1909,  que se hallaba en el lugar que ocupa la actual plaza de Torres Quevedo.  La Comandancia cedió un barracón solitario que hasta entonces se había utilizado como farmacia, y la capilla se inauguró inmediatamente. En el mismo año se hicieron algunas obras de mejora, como darle una forma de cruz latina y la colocación de un púlpito en su interior, tras cuya reforma se abrió al público el 26 de octubre de 1913.

Pero esta cesión , como tantas otras en la historia de Melilla, tenía carácter provisional, y hubo un momento en que fue necesario urbanizar la zona,  en pleno centro urbano, y para ello era preciso desmontar el barracón  de la capilla. En este momento se pensaba que la iglesia del llano, la actual de la plaza de Menéndez Pelayo, sería una realidad a corto plazo, y podía suplir los servicios religiosos de la modesta capilla castrense. Pero no fue así y hubo que improvisar otra.

Hospital del Buen Acuerdo (1912), reproducción parcial de foto cedida por Juan Díez

En la zona del Mantelete estaba en proceso de desmantelamiento el cuartel de Artillería, también provisional desde la época de la  guerra de Margallo. En uno de sus extremos, frente a la estación de ferrocarril del puerto, estaba desocupado un pabellón. Allí fue donde se instaló la capilla castrense, también con carácter provisional, capilla abierta al público el día 6 de octubre de 1915. En abril de 1917,  tras recibirse una campana , y  con el fin de darle un aspecto  de edificio religioso, se le añadió un minúsculo campanario, como puede verse en la fotografía adjunta.

Capilla del Mantelete (1921)

El proyecto de la actual iglesia castrense se encomendó al capitán de Ingenieros Francisco Carcaño, quien lo comenzó el 26 de julio de 1920 y lo terminó pocos días más tarde, el 7 de agosto.

La obra se encontró con la principal dificultad: la falta de medios financieros. En el mes de septiembre siguiente se abrió una suscripción entre mujeres de militares y personas piadosas con el fin de allegar fondos para la iglesia, obra que se fue ejecutando a medida que llegaban recursos. La primera dificultad fue la cimentación, pues se levantaba sobre terrenos por los que transcurría el antiguo cauce del río de Oro. En abril del año siguiente se terminaban las arcadas de las naves y dos meses más tarde la cubierta.

En esta situación llegan los sucesos de julio de 1921, y ante las necesidades del momento se aprovechan las obras de la iglesia para almacenar municiones en su interior, continuando como almacén de Artillería hasta julio del año siguiente.

En el intervalo, la Junta de Arbitrios, a la vista de la lentitud de las obras, en sesión del 11 de octubre de ese mismo año, tomó la decisión de subvencionarlas hasta  su terminación, sin renunciar a las aportaciones provenientes de otras fuentes. Así, por ejemplo, se consiguió que el Ministerio de la Guerra aportara 15.000 pesetas y de recaudaciones voluntarias entre jefes y oficiales se recibieron otra 8.000 pesetas más; el resto, a cargo de la Junta.

Se reanudaron las obras en el mes de julio siguiente, y para reducir el coste se utilizó mano de obra procedente de la tropa.

La iglesia castrense el día de la inauguración

Las cristaleras se adquirieron en Zaragoza, de la Casa Paraíso
El pavimento de mármol llegó procedente de las canteras de Málaga.
El altar mayor se compró en Barcelona.
El resto de los altares se construyeron en la Comandancia de Ingenieros.
Los cristales de puertas y ventanas lo fueron en Alemania
La imagen de la Inmaculada fue regalo de la Reina Victoria.
La imagen de Santa Teresa llegó desde París, a través de Barcelona, y fue costeada por el Cuerpo de Intendencia de la que era Patrona.
La imagen de Santa Bárbara fue costeada por el Arma de Artillería, de la que era Patrona.
La imagen de San Fernando fue ejecutada en los talleres de la Comandancia de Ingenieros por el soldado Vicente Rodilla.



Algún tiempo más tarde las imágenes se completaron con las de San José y el Sagrado Corazón.El armonio, de la casa Christophe de París, fue donado por la Junta de Arbitrios.

En mayo de 1923 se terminaron las dos torres con lo que la iglesia estaba prácticamente terminada, por lo que el día 22 de noviembre de 1923 la iglesia era inaugurada por el  patriarca de las Indias, Vicario General Castrense.

martes, 10 de enero de 2012

UN INGENIERO HIDRÓGRAFO FRANCÉS EN MELILLA (1855)

Tras la ocupación de Argelia desde 1830  los franceses  vieron la necesidad de completar las cartas marinas  de las costas norteafricanas, entre ellas las de Marruecos, cuyos últimos trabajos fueron  los del español Tofiño a  fines del XVIII. Entre 1831 y 1833 se habían completado las de las costas argelinas  y, en 1853, se decidió comenzar los trabajos de reconocimiento hidrográfico de la costa marroquí entre  el cabo  Espartel y las islas Chafarinas. Para ello se  preparó un  aviso à vapeur, Le Phare, al mando del capitán de navío Kerhallet. Entre el personal a bordo iba el ingeniero hidrógrafo Vincendon-Dumoulin , un hombre avezado en este tipo de trabajos pues había recorrido el Polo sur   y Oceanía en misiones similares.

El viaje se efectuó en 1855, comenzando por la zona de  Tetuán, y todas las incidencias, hasta su finalización, fueron recogidas por Vincendon en una publicación, aparecida en 1857, titulada  Description nautique de la côte N. du Maroc.

En ella el ingeniero reconoce que los únicos lugares en los que pudieron poner sus pies fueron las plazas españolas; en el resto del territorio la amenaza de los naturales  hizo imposible el trabajo en tierra. De  hecho el texto recoge en varios momentos frases  que llaman la atención en un derrotero de este tipo. Por ejemplo, cuando se refiere a la costa de Alhucemas escribe: Los moros son tan hostiles en esta parte de la costa del Rif que es raro que, estando a su alcance, no se reciban disparos de fusil.

En Melilla los marinos fueron amablemente recibidos por el coronel Buceta, a quien Vincendon denomina  “comandante superior de todos los presidios del Rif”. En esa plaza se le dieron todas las informaciones  necesarias sobre el  objetivo del viaje, lo que satisfizo tanto al ingeniero que en el libro no se escatiman elogios a la hora de agradecer  tanta amabilidad.

También  se encuentran en el libro afirmaciones tan sorprendentes como la posible existencia, bajo el cabo Tres Forcas, de un puerto subterráneo al  que se accedía por unas cuevas, cuevas que efectivamente existen en aquel.

Incluyo algunos de los dibujos que figuran en el libro, vistas tomadas  desde el barco por el dibujante de la expedición.

Transcribo a continuación, traducido del francés, la parte en que se refiere a aquel tramo del recorrido.

“Toda esta costa es sana  y acantilada. Va decreciendo gradualmente hasta Melilla, cuyas paredes blancas y los fuertes se destacan en el extremo de los acantilados, sobre todo cuando se viene del Norte. Esta ciudad  está  construida sobre una península, rocosa y baja, que se une al continente por una línea de fortificaciones, de las que el fuerte del Rosario es la cima.

Melilla y Atalayó

Al Sur de la plaza se extiende una llanura  pantanosa y malsana en la que destaca un gran charco de agua alimentado por un río, el de Oro, que no se comunica con el mar, al menos durante la estación seca.

La parte Norte de este pantano, encerrada dentro del recinto exterior de Melilla, ha sido convertida en huertas; está protegida por el fuerte y torre de Santa Bárbara, que se ve al borde  del mar y que limita las fortificaciones de la ciudad por el Sur.


Más allá de esta laguna se observan algunas colinas cubiertas en parte de verdor, y sobre una de ellas, completamente árida, la batería de los rifeños. Se distingue aún, sobre otra colina, un considerable poblado cuyas casas, mal construidas  son, sin embargo, de piedra y están rodeadas de huertas. Este poblado es uno de los más importantes de la península de Melilla. Los habitantes son excesivamente hostiles y nos han parecido muy bravos. (En nota al pie escribe: Les hemos visto ir al descubierto haciendo con su fusil la fantasía (en español) habitual entre los moros, y recoger  las balas de cañón y fusil que les tiraban los españoles) (Al mencionar la península de Melilla está aludiendo, en realidad, tal como se explica en párrafos anteriores del texto, a la península de Tres Forcas. No es fácil deducir a que poblado se refiere. Puede ser Cabrerizas, que no tenía tal importancia; Farhana, que entonces se extendía por la ladera del monte cercano al pueblo actual, o el Had de Beni Sicar, que sí debía ser el núcleo habitado de mayor entidad).

Sobre  el baluarte N.E. de la ciudad existe una pequeña torrecilla en donde, como en Alhucemas, se enciende un farol por la noche, desde el momento en que, a lo largo del día, se avista un navío. Este fuego fijo y blanco debería ser coloreado para poderlo distinguir de los fuegos encendidos por los indígenas.

Melilla (1855)

El desembarcadero se halla al E. de la plaza y está tallado en la roca misma sobre la que se asienta. (Se trata de la durísima obra efectuada con mano de obra presidiaria durante la época del gobernador Cappa). Con vientos del E. un poco frescos es impracticable. En ese caso es preciso  situarse en el puerto, pequeña cala situada al S.O. del fuerte y que no puede abrigar más que pequeñas embarcaciones. En este lugar, casi con toda certeza, al menos en el estado actual de cosas, se está  expuesto  a recibir disparos de fusil e incluso cañonazos, porque , sobre las colinas que se hallan enfrente, los rifeños han podido mantener hasta ahora una batería de cinco o seis piezas, de las cuales se dice que una es de a 24; esta batería, poco temible ciertamente, es muy difícil de desmontar, ya que las piezas están enterradas en parte y apuntadas sobre la plaza; está protegida, lo mismo que la gente que las sirve, por espaldones de tierra.

La plaza de Melilla, vista desde el Norte, parece poco extendida; sin embargo, tiene un recinto considerable; podría albergar una guarnición de 1.500 a 1.800 hombres. Se halla mandada por un coronel que tiene bajo sus órdenes a los jefes de los presidios de la costa del Rif, y un cuerpo de oficiales entre los que se encuentran un comandante de artillería y uno de ingenieros. Hay un buen número de empleados, algunos con su familia, y 300 confinados. Para entretener sus ocios han creado un círculo y un teatro.

Hay varios pozos que abastecen de agua en abundancia. Las demás provisiones llegan de España. Hemos visto unos formidables almacenes  a prueba de bomba para los víveres y el servicio de artillería.

La plaza posee un magnífico material en piezas de bronce de diverso calibre, del que solo una parte está montado, y es suficiente para protegerla de los intentos de los moros. Estos mandan de vez en cuando algunas balas de cañón sobre la plaza y acuden a disparar contra los centinelas que logran descubrir. Un observatorio, colocado en lo alto de la fortaleza, enfrente mismo de la batería de los rifeños, permite seguir todos los movimientos en la vega; allí hay un vigía permanentemente. (En nota al pie afirma que en la época de su visita  solo había 600 hombres de guarnición).

Según los oficiales españoles, la población armada se elevaría, en los alrededores del presidio, a unos 10 o 12.000 indígenas, extendidos sobre las vertientes del monte de Melilla, y que se pueden reunir rápidamente a unas señales convenidas, hechas por medio de fuegos encendidos sobre ciertas alturas.

(A continuación hace varias consideraciones sobre el puerto de Melilla)


El monte de Melilla (El Gurugú) puede darnos útiles indicaciones sobre los vientos. Cuando las nubes se acumulan en el O. se deben temer vientos del E. 

(lo que los antiguos pescadores y marineros de Melilla expresaban en un dicho popular: Gurugú con montera, Levante quieras o no quieras). Si es en el E. ocurre lo contrario.

El Gurugú

Esta montaña está situada al S.O. de la plaza; su base es considerable; sus pendientes son suaves, y bellas llanuras onduladas se extienden  entre su pie y la orilla. (Es la falsa impresión que produce el  Gurugú  visto desde alguna distancia; la misma que hizo tomar una decisión equivocada al general Pintos cuando el episodio del barranco del Lobo).

 En algunas posiciones, principalmente cuando permanece al SSO. Presente dos picos muy distintos. Sobre una colina situada a su pie se ve un morabo blanco al lado de una mancha de verdor; es el único que hemos visto en esta parte; probablemente pertenece a la kasbah de Zeluan (deducción equivocada).

(Sigue la descripción de la costa entre Melilla y las islas Chafarinas).