El aumento, lento pero continuo, de la población
en Melilla durante el siglo XIX, llegó a un punto tal que se hacía perentorio
el buscar una solución al problema del alojamiento, crónico en la plaza desde
siglos antes, creando un barrio fuera del estrecho marco de las llamados Recintos
Históricos o Recintos Fortificados.
Plano de
Melilla (1893)
Aunque la idea estaba latente en las voluntad
de los gobernadores, sobre todo después
que los Manteletes, el interior primero y el
exterior después, fueran ocupados
por casetas levantadas en su mayor parte por hebreos procedentes de las kabilas
cercanas a la plaza, e incluso se hubiera solicitado autorización para
construir un barrio al pie del cerro de Horcas,
solamente se hizo realidad al formalizarse, por parte de algunos
vecinos, una petición oficial para construir fuera de los antiguos recintos amurallados.
En noviembre de 1886, Joseph Levy, comerciante,
Francisco García Romagnoli, maestro ajustador de la Comandancia de
Ingenieros, Alonso Díaz, almacenista de bebidas y José Coret, propietario de un
tejar, solicitaron permiso para construir en el campo exterior, adjuntando un
croquis con la situación de las viviendas propuestas.
Viviendas
del Polígono, fachada (1890)
En el informe emitido por la Comandancia de
Ingenieros de Granada, emitido en el mes de diciembre siguiente, se decía que
las construcciones que se proponían se
hallaban aisladas una de otra y que lo que procedía era la propuesta de un plan
de arrabal que estuviera bajo la protección de la Plaza y construido “conforme a los principios de urbanización
moderna”.
Como el camino a seguir ya estaba marcado, en enero el Capitán General
del distrito ordenó la formación de una comisión compuesta por vocales de la Junta de Arbitrios “y vecinos que por su capital y
conocimientos pudieran ser útiles”, para que en el campo exterior de la
plaza se eligiera un terreno adecuado para la construcción de un barrio “que respondiese a la creciente necesidad de
dar ensanche a la población”.
La Junta formada estaba compuesta por el Comandante
sargento mayor Manuel Ortega, el Jefe de Sanidad Francisco Carmona, el Vicario
Joaquín García Reguera, y los civiles Antonio Manzano, un malagueño llegado a
Melilla en 1874 como tabernero, que después se convertiría en comerciante en
telas y, tras la creación del barrio, instalaría una fabrica de harinas en el
Polígono; Manuel Ferrer Torán, un hombre crecido a la sombra del brigadier
Macías, constructor del barrio de la Alcazaba, el primero fuera del primer recinto,
concesionario de una cantera y propietario del café de León en la calle San
Miguel, que hacía la función de casino militar; Alonso Díaz, ya citado, y José
Salama Rofé, comerciante en tejidos y banquero ocasional.
Se propusieron terrenos cercanos a las murallas,
que fueron rechazados por ser contrarios a la Ley de Zonas Polémicas, y finalmente se optó por
los que hoy ocupa el barrio, que, aun no
estando tampoco conformes con la citada ley, al menos se hallaban a mayor
distancia, dejando despejado el terreno intermedio, por lo que su habilitación
se hizo como “polígono excepcional”.
Con la tardanza endémica en la historia de la
ciudad el plano propuesto para el barrio se aprobó por R.O. de 29 de noviembre
de 1888, casi dos años más tarde de la propuesta inicial, concediéndose el
terreno a la Junta
de Arbitrios. Los terrenos se tasaron a 2 pesetas/m2 y los solares de las
primeras viviendas ocupaban una superficie de 10 metros de frente por 15 de
fondo, superficie que fue modificada con el tiempo. Las bases para la venta de
los solares se aprobaron en Junta del 10 de enero siguiente, elevándose hasta
el Capitán General y publicándose en los Boletines Oficiales de Málaga y
Granada.
Polígono,
plano de una vivienda (1893)
Por fin, en acta del 17 de marzo de 1890 se
adjudicaron los primeros solares: A José Coret, cuatro solares; a Antonio
Manzano, José Bernardi, Amalio Valderrama, José Rico, María Peralta y Rafaela
Cortés, dos solares. De ellos, dos tenían su domicilio en el Pueblo, y los
otros cuatro en las barracas del Mantelete. Tomaron posesión de aquellos en el
mes de abril siguiente, siguiendo el protocolo acostumbrado, paseando por los
terrenos y esparciendo la tierra a
puñados. En actas posteriores se fueron adjudicando más solares.
Los terrenos fueron entregados “a canon”,
debiendo abonar 5 pesetas como reconocimiento del dominio por parte del Estado.
Es decir, los adjudicatarios eran propietarios de las construcciones pero no
del terreno. Una anomalía que no se solventó del todo hasta 1933.
Las primeras viviendas, la gran mayoría de
planta baja, se terminaron a principios
de 1891, trasladándose a ellas una pequeña parte de la población del Pueblo,
pero, sobre todo, la mayor parte del
comercio hebreo instalado en el Mantelete, lugar donde en aquellos días se
creaba un nuevo barrio interior.
Había nacido el barrio del Polígono.
Barrio del
Polígono, vista general (1894)