domingo, 25 de septiembre de 2011

EL ZOCO DE REINA REGENTE

Al producirse los acontecimientos de julio de 1921, que terminaron en el  derrumbamiento de la Comandancia General, en la ciudad de Melilla se produjo una gran tensión  emocional entre sus habitantes, tensión que fue incrementándose a medida que iban llegando las dramáticas  noticias que, procedentes del campo rifeño, ponían de manifiesto  la gravedad de los hechos. Vista la situación interna de la ciudad, la mayor parte de los comerciantes marroquíes asentados en ella tomaron la decisión de abandonarla a la espera de tiempos más sosegados, repitiendo una actitud ya presenciada durante la anterior campaña de 1909. La Comandancia General  dio seguridades a estos comerciantes de que sus intereses serían protegidos, advirtiendo al mismo tiempo de que no se toleraría ninguna clase de agresión física o verbal contra aquellos. Si bien  la mayor parte de los comerciantes marroquíes oriundos de la zona occidental de Marruecos, asentados preferentemente en el barrio del Mantelete,  optaron por la permanencia, aunque con escasa clientela, no pocos de los comerciantes, procedentes en su mayoría de las kabilas de Mazuza y Beni Sicar,  que hasta entonces se situaban en los mercados al aire libre, en los que se ofrecían productos procedentes del campo de las kabilas cercanas, prefirieron ausentarse de la ciudad.

 Zoco de Reina Regente, vista general (1921)

Esto originaba un doble perjuicio. Para los habitantes de Melilla que dejaban de tener acceso a productos de primera necesidad y a precios relativamente baratos, y para los kabileños que aportaban estos productos al mercado de Melilla, que perdían un mercado indispensable para ellos.

Para conciliar ambos intereses, impedir  la posibilidad de algún incidente y controlar al mismo tiempo el acceso a la ciudad de posibles agentes que adquirían géneros y efectos que finalmente terminaban en manos de la harka enemiga, el general Cavalcanti, nuevo Comandante General de Melilla desde el 31 de julio anterior, por disposición del 12 de agosto de 1921, ordenó la habilitación, en la zona de Reina Regente, de un zoco para la venta de productos del campo rifeño, donde se centralizó todo el comercio local de este tipo de artículos. Era la misma zona donde quince años antes la Junta de Arbitrios había aprobado la instalación de un zoco, con proyecto del entonces ingeniero de la Junta Eusebio Redondo Ballester, proyecto que nunca se llevó a cabo.

El zoco, que se formó inmediatamente,  se situaba al pie del fuerte de Reina Regente,  entre el incipiente barrio del mismo nombre y el camino de Hidum, adoptando una estructura similar a la de los zocos tradicionales del campo vecino.

Tenía vigilancia permanente, establecida por la Guardia Civil y por los cuerpos de la guarnición presentes en la plaza, vigilancia que se extendía incluso hasta el control de acaparadores y revendedores que aprovechaban la circunstancia para adquirir todo o la mayor parte de un producto con el fin de revenderlo posteriormente a mayor precio.

 Zoco de Reina Regente, alfarería (Lázaro, 1921)

Los precios, dadas las circunstancias del momento, que se traducían en una menor oferta, y la llegada de nueva población a la ciudad, habían sufrido un aumento en comparación con los que regían con anterioridad. Como ejemplo, una gallina costaba 3 pesetas, un pollo, 2; una docena de huevos  1,75, y  un kilo de patatas 25 céntimos.

Para poder tener una referencia sobre la capacidad adquisitiva de la población de Melilla, en su mayoría de condición obrera, diremos que los salarios oscilaban entre las 3 o 4 pesetas diarias que cobraba un jornalero, los más bajos entre  los asalariados de la ciudad, y las 4 a 6 pesetas que percibía un minero. Entre las mujeres, solamente figuraban en las estadísticas  las costureras, que, como era de esperar en la época de que se trata, percibían entre 1,50 y 2 pesetas diarias. Todos ellos por día real trabajado. Como puede verse, aunque los precios de los productos del zoco de Reina Regente no eran altos, suponían para  la vida cotidiana del obrero un elevado coste. En aquella época se vendía, en los establecimientos del ramo,  pescado de baja calidad, únicos a los que podían acceder las clases humildes, y que hace mucho tiempo desaparecieron del mercado.

 Zoco de Reina Regente, hortalizas (Lázaro, 1921)

Un producto muy demandado en Reina Regente era el tabaco, aportado por los kabileños, procedente del contrabando, endémico en la ciudad en este tipo de producto, pero que en aquellos luctuosos días, sin tener absoluta certeza, se creía que podía proceder de la  factoría de Jorro en Nador, desmantelada por los harkeños o sus simpatizantes.

El zoco de Reina Regente tuvo una corta vida. Fue suprimido el 15 de junio de 1923 por el General Echagüe, presidente de la Junta de Arbitrios, por orden del nuevo Comandante General, Martínez Anido, en una de sus primeras disposiciones tras su llegada a la ciudad.

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