jueves, 4 de agosto de 2011

TEATRO REINA VICTORIA

Antes de la aparición del cinematógrafo, el teatro ocupaba un lugar  muy destacado dentro del cuadro general  de espectáculos ofrecidos al público. Melilla no fue, evidentemente, una excepción a este respecto. Tenemos noticias, aunque escasas, de que el teatro, o género similar, estuvo presente, de forma ocasional, durante los siglos XVIII y XIX; teatro, eso sí, de carácter privado, a cargo de aficionados al género, salidos de los cuadros de jefes y oficiales de la guarnición y de sus familias, que utilizaban locales improvisados y poco aptos para el género como, por ejemplo, en el XIX,  el almacén de la Florentina, donde había, al decir del teniente Lapoulide, llegado a Melilla en 1880, un “diminuto  escenario”, donde los asientos eran bancos corridos, y dos “cuartuchos” servían de vestuario, teniendo el de mujeres, como detalle distintivo, una alfombra. El conserje del teatro era, como afirmaba con humor el citado teniente, de la “honrada clase de presidiarios sueltos y con destino”.

 Plano del teatro en calle de la Iglesia (1896)

Cuando, a fines del XIX, aumentó la guarnición, este tipo de espectáculos se hizo más estable, hasta el punto de que, en  1887, el gobernador de la plaza cedió a una “compañía” de actores de la guarnición, un local frente a la iglesia del Pueblo, antiguo  corral de la botica militar,  que hasta ese año había sido escuela de primera enseñanza, recientemente trasladada a un  nuevo local en la calle Alta. El teatro se constituyó en forma de sociedad, bajo la presidencia de un jefe de la guarnición, con el nombre de Recreo Melillense. Con el aumento de guarnición y de familias, el general Margallo se vio en la necesidad de  habilitar un local para escuela de párvulos, por lo que, desde  febrero de 1892,  el teatro tuvo que compartir escenario y patio con los niños de la plaza. Durante la guerra que recibe su nombre del general citado, y debido a la demanda extraordinaria de entradas, las localidades se asignaban por sorteo y, caso peculiar, los llamados moros de rey, llegados durante la campaña, tenían asignado un palco en las representaciones.

En la época del general Alcántara se levantó el teatro que recibe su nombre, estrenado el 17 de mayo de 1897 con la ópera Marina, representada por la compañía malagueña de Enrique Guardón, y  en el que  siguieron exhibiendo sus facultades artísticas los oficiales de la guarnición, pero al que  también llegarían, como importante novedad, compañías procedentes del Sur español, compañías de tercera fila, sin duda, a las que en alguna ocasión, como aseguraba Manuel Galbán, el que fue administrador y director de El Telegrama del Rif, en alguna ocasión, por no tener  medios económicos suficientes,  hubo que pagarles el pasaje de vuelta.

La campaña de 1909 indujo un aumento de la población de Melilla y con él la demanda de espectáculos diversos, entre ellos el teatro.

En realidad esta demanda estaba ya prevista en el controvertido proyecto de urbanización del actual centro urbano, en proceso desde 1905,   donde se menciona expresamente la reserva de un solar para la construcción de un teatro.

En este lugar, en las cercanías de la fábrica de luz, en uno de los solares demarcados a la derecha de la carretera del Polígono, junto a la calle del general Chacel, nombre que desde el 16 de septiembre de 1907 se dio a la actual Avenida, se levanta en marzo de 1910 un barracón provisional destinado a variados espectáculos, entre ellos cine, varietés y teatro.

 Teatro Reina Victoria (1912)

El salón Victoria, que recogía el nombre que desde el 20 de mayo de 1907 llevaba el barrio de la Reina Victoria, se inauguró el 26 de marzo de 1910, con seis películas proyectadas en sesiones consecutivas desde las cinco de la tarde, y como sesión  central, un concierto del virtuoso violinista cubano  Claudio Brindis de Salas, el llamado Paganini Negro, fallecido poco tiempo más tarde en la mayor de las miserias.

Entre las películas más celebradas por el público estaban los documentales titulados España en el Rif, con secuencias de la campaña anterior, entre las que llamó especialmente la atención la tercera parte, El combate de Beni Sicar, que, como la mayor parte de las películas filmadas durante las campañas, tenía más de teatro filmado que de documental bélico.

Dos semanas más  tarde, se adjudicaba al propietario del salón, el diputado por Lérida Ricardo Ramos, en la subasta organizada el efecto, y en el mismo lugar, dos solares, con la obligación de construir, a corto plazo,  un edificio con proyecto ajustado a la normativa urbanística  entonces vigente en la ciudad. A finales de septiembre se le volvió a recordar  la obligación asumida en la adjudicación, y poco después se procedió al derribo del barracón y a la construcción de un edificio de mampostería, edificio que fue inaugurado el 10 de junio de 1911 con el nombre de Teatro Reina Victoria. El proyecto era del arquitecto Jaume Torres Grau. La compañía de zarzuela de Manolo Velasco fue la encargada de dar solemnidad al estreno.

Desde esta fecha el teatro Reina Victoria ofrece al público de Melilla los mejores espectáculos de teatro, cine y variedades.

Las compañías de teatro de mayor relieve en España, se dan cita en el local de la Avenida. Compañías como las de Carmen Cobeña. Luis Martínez Tovar, Enrique Borrás, Simó-Raso, Margarita Xirgu, Francisco Morano, Pedro Zorrilla, Plana-Díaz,  María Palou, Felipe Sassone, y la de los consagrados María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza.

 Compañía Guerrero-Díaz de Mendoza, cartel (1923)

Artistas destacadas en la canción , como Cándida Suárez, la Argentinita, Amalia Isaura o Conchita Piquer, o en géneros diversos, como el popular transformista Leopoldo Frégoli, y acróbatas cómicos como Los Ramper. 

En el cine, cintas  aplaudidas como La danza fatal, de Pastora Imperio; Madame Du Barry, de Pola Negri; Avaricia, de Francesca Bertini; la serie Chiquilin , de Jackie Coogan, o Los últimos días de Pompeya, un film de dos horas y media de duración.

En el género lírico, actúan en el Reina Victoria las cantantes Mercedes Capsir y  Ofelia Nieto, y la compañía de zarzuela del Maestro Guardón, viejo conocido de la ciudad, que  batió un record de permanencia, manteniéndose en la sala durante ocho meses seguidos en 1917.

En 1915 se hicieron obras de mejora en el  local, para lo que llegó a Melilla su propietario, Ricardo Ramos, quien, en diciembre siguiente compra el teatro Kursaal pagando por él 80.000 pesetas.

 Teatro Reina Victoria (1919)

En marzo de 1929, los teatros Reina Victoria y Kursaal son comprados a su antiguo propietario por Corbella, alma de los inoperantes Centros Comerciales , quien los arrendó a los inevitables empresarios Rico y Rojo, presentes en la mayor parte de  los espectáculos de la ciudad, y anteriores titulares  del Teatro Reina Victoria.

A la llegada de la República, como era de esperar, y desde el 19 de abril de 1931,   el teatro Reina Victoria  cambió su  monárquico nombre por el de Teatro España, en un momento en  ya daba muestras de decadencia, de la que no le salvó la instalación del cine sonoro, inaugurado el 29 de mayo siguiente. La competencia de salas como el  Kursaal, Perelló y el nuevo Monumental, mejor acondicionadas, acabó con el viejo teatro, que fue derribado en noviembre de 1934.

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