lunes, 25 de octubre de 2010

EL COMEDOR POPULAR DE MELILLA

 Comedor Popular , vista posterior (1914).

Si alguien me preguntara que parte de la historia de Melilla me ha impresionado más dentro de los diversos planos que aquella presenta desde 1497 hasta hoy, diría que siendo numerosas y variadas las fases en que podemos dividir la particular y llamativa historia local, la que más me ha llamado la atención es la relativa a la Beneficencia. 

No creo que se haya dado un caso igual en las historias específicas de las ciudades que integran la geografía española. La historia de la beneficencia en Melilla exigiría un voluminoso tomo para contarla en todas sus vertientes.

Antes de la creación de la primera Junta de Beneficencia en 1904, ya la Junta de Arbitrios, germen inicial del actual Ayuntamiento, había dado las primeras muestras de lo que sería, en años posteriores, una extraordinaria obra de dedicación al  necesitado. Incluso las kabilas rifeñas cercanas fueron, en épocas de malas cosechas, amparadas por el organismo público en alguna ocasión.

En este caso, ante la imposibilidad de dar  una idea general de la obra magnífica, tanto en la parte privada como, sobre todo, en la parte pública, realizada desde hace un siglo en Melilla, y de la que sus habitantes pueden sentirse orgullosos, me limitaré en este caso a un órgano, que en su día cubrió una parte de las necesidades más inmediatas de un importante segmento social de la población. Me refiero al Comedor Popular.

En 1952, con motivo de la celebración del cincuentenario de la fundación de El Telegrama del Rif,  Francisco Díaz- Otero le contaba a Tomás Galbán que, a principios de siglo en Melilla no había pobres y que todo el mundo vivía bien, “mejor que en Jauja”. Por entonces Díaz-Otero era, precisamente, interventor-delegado de la Asociación General de Caridad; pero el jefe de artillería, ya retirado, en la época supuestamente dorada a que se refiere, prestaba sus servicios en la ciudad, primero como soldado y más tarde como sargento, y no resulta fácil entender como podía asegurar algo que era completamente inexacto.
 
Melilla, desde la finalización de la campaña de Margallo, fue durante muchos años “tierra de promisión” para mucha gente del sur y levante peninsulares, y durante todos aquellos años fue incesante la llegada de familias que buscaban en la ciudad una vida mejor, llegada que se veía muy acentuada en épocas determinadas, como, por ejemplo, cuando se supo en la península que se iba a construir un puerto en Melilla, cuando trascendió la noticia del comienzo de los trabajos en las minas del Rif, y, sobre todo, con motivo de las campañas militares en el territorio marroquí cercano. Como no todos encontraban el trabajo que pretendían, y en épocas de crisis muchos de los obreros quedaban en el paro, se hacía necesaria la creación de órganos públicos y privados para solventar el grave problema social que se creaba.

Ya he mencionado la Junta de Beneficencia, creada en 1904; pero ya dos años antes, en 1902, la Junta de Arbitrios, que tenía prohibida la mendicidad en la calle, tuvo que confeccionar un padrón de pobres ante la evidencia de su número, y en 1903 se fundó una asociación privada, la Asociación del Sagrado Corazón de Jesús, compuesto por señoras, decididas a colaborar en una obra benéfica que se hacía imprescindible.

En 1913, la situación era tal que la Junta de Beneficencia pensó en la creación de lo que entonces llamó tienda-asilo, con el fin de facilitar raciones de comida. Con anterioridad la Junta de Arbitrios distribuía vales de rancho y pan a  recoger en alguna de las unidades militares de la plaza.

El proyecto de tienda-asilo fue encomendado al capitán de Ingenieros José de la Gándara, proyecto aprobado por la Junta en diciembre de aquel año. Constaba de una nave central para las dependencias y dos naves laterales, en ángulo, para los comedores.

Comedor de caridad , planta (1914).

En la foto adjunta se observa la estructura general del comedor, cuya sección figura en el dibujo que la acompaña, hecho por mi torpe mano.

El lugar adjudicado al comedor fue precisamente el mismo que hoy ocupan los establecimientos benéficos, el pie del cerro de San Lorenzo, ya desaparecido. La razón de su ubicación estribaba en el hecho de ocupar un punto central con respecto a  todos los barrios obreros, donde se alojaban fundamentalmente las gentes más necesitadas.

Adjudicadas las obras el 4 de abril de 1914, se adjudicaron al contratista José García Segado, quien las terminó en el mes de octubre siguiente. Coste total de la obra: 30.000 pesetas.

Según se decía en Melilla era la primera obra que se hacía en España para este menester.
El establecimiento, que recibió definitivamente el nombre de Comedor Popular Reina Victoria Eugenia, fue inaugurado por el General Gómez- Jordana, Comandante  General de Melilla, el 23 de enero de 1915.

Es imposible sintetizar la espléndida labor benéfica que cumplió el comedor. Como ejemplo puedo apuntar que en agosto de 1915 se daban entre 250 y 300 raciones diarias, repartidas entre obreros y pobres, y un año más tarde se facilitaban 500 por día. En algunas épocas, sobre todo en la segunda mitad de los años veinte y años treinta, con un gran paro obrero, estas cifras fueron superadas, llegándose, en 1931, a suministrarse hasta 1.500 raciones diarias.

La fama del comedor benéfico atravesó el mar y llegó a las costas del otro lado, hasta tal punto que, los que seguían acudiendo a la llamada de Melilla, nada más desembarcar, y pasado el trámite obligado de presentar la cantidad exigida para poder permanecer en la ciudad, casi siempre facilitada por desaprensivos que hacían su negocio a costa de esta gente, los recién llegados  preguntaban directamente donde se encontraba el Comedor Popular.

No es extraño, pues, que en Consejo de Ministros del día 2 de febrero de 1929 se aprobara para Melilla el título de “Muy Caritativa”, a añadir a los de “Valerosa y Humanitaria” que ostentaba desde 1913.

En 1918 desapareció el comedor sustituido por otro más adecuado a la función que desempeñaba. De este segundo, también desaparecido, queda la huella, y con ella el recuerdo, en la fachada principal de los actuales establecimientos benéficos.

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