miércoles, 15 de febrero de 2012

COLUMNA HERNANDEZ

Don Venancio Hernández Fernández,  Comandante General de Melilla entre el 29 de septiembre de 1899 y el 7 de agosto de 1904, fue el creador del magnífico parque que lleva su nombre. Al poco tiempo de tomar posesión de su cargo puso en marcha una iniciativa para la formación de un parque forestal que diera un color alternativo a la nueva ciudad que se creaba en el llano.

En Junta celebrada por el peculiar órgano municipal el día 15 de mayo de 1902, y con el fin de que la arboleda en formación conservara el nombre del general, se dio  el nombre de Paseo Hernández al que transcurría a lo largo del parque. En la misma junta, y como manifestación permanente de recuerdo, se acordó levantar una columna conmemorativa.

Tres días más tarde, fecha coincidente con la de la mayoría de edad del Rey Alfonso XIII, se inaugura el acogedor lugar, con  el nombre definitivo de Parque Hernández.



Columna Hernández, proyecto (1908)

La idea de la columna arriba apuntada, olvidada durante un tiempo, es retomada, en sesión de la Junta del 18 de enero de 1904, en la que el Coronel de Artillería, Conde de la Torre Alta, vocal de la misma, insiste en la propuesta anterior de levantar una columna, propuesta que es aprobada por unanimidad. Se  elaboraron dos proyectos; uno por importe de 21.100 pesetas, que fue desechado por ser demasiado alto; otro más, hecho en el mes de mayo siguiente, fue también apartado por motivos similares.

El general Hernández falleció en Melilla el 7 de agosto de 1904 sin que la idea inicial de columna conmemorativa se llevara adelante. Nada raro en la Melilla de entonces, donde propuestas similares solían dormir en los cajones oficiales. La escasez de medios económicos obligaba a dejar latentes proyectos inicialmente asumidos con interés e incluso con entusiasmo.

Precisamente con motivo del fallecimiento del general  El Telegrama del Rif asume la iniciativa de elevar un sencillo monumento dedicado a   D. Venancio Hernández, secundado aquella por el entonces secretario de la Junta de Arbitrios, el abogado Manuel Ferrer. Para ello se abre una suscripción entre  la población y la guarnición, comenzando a llegar donativos de todos los colectivos sociales, incluida la tropa. Ante tal iniciativa, y con la presión interna del vocal Coronel de Artillería, la Junta se ve obligada a adherirse a la misma.

Algo más tarde, entrado el año siguiente, se crea la primera sociedad deportiva de Melilla, impulsada por Antonio Pezzi de Luque, el llamado Melilla Sporting Club, para la práctica de deportes tan novedosos como el lawn tennis y el skating, para el común tenis y patinaje. Se les concedió una parte de terreno cercano a la rotonda del parque, precisamente donde se pensaba situar el monumento. Lo cierto es que  el club deportivo tuvo una vida muy corta y, por otra parte, difícilmente hubiese podido sobrevivir tras la terrible inundación del 29 de septiembre de 1906 que arrasó el Parque Hernández. Habría que esperar hasta nueve años más tarde para que varios componentes de la familia Salama introdujeran definitivamente el tenis en la ciudad.

Columna Hernández (1912)

La suscripción abierta por el diario local tuvo el resultado previsto. Con una población tan pequeña de la que su mayor parte estaba compuesta de gente muy humilde, la recaudación fue insuficiente. A fines de 1908, cuatro años más tarde, solamente se habían recaudado 1.500 pesetas, cantidad que había sido ingresada en la caja del órgano municipal a lo largo el periodo.

La Junta, en el mes de diciembre, tomó la decisión de dejar al Telegrama de Melilla el protagonismo de llevar a cabo la idea del monumento, comprometiéndose a aportar los fondos necesarios para completar el proyecto.

Con aquel corto fondo el diario  local se limitó a adquirir una columna de hierro de 8 metros de altura, que llevaba una dedicatoria al  General Hernández, columna fundida en los talleres de Antonio Herrero de Málaga. Se creyó conveniente colocarla sobre una escalinata de mármol rojo y rodearla de una pequeña columnata unida por cadenas, tal como puede verse en una de las fotografías adjuntas. Fue situada  en el lugar que ocupó el Melilla Sporting Club, en la zona que desde entonces llevaría el nombre de Glorieta Hernández.

Fue inaugurada el 17 de abril de 1909, siete años después de que naciera la primera iniciativa.



Columna Hernández (2011)

domingo, 5 de febrero de 2012

LA IGLESIA CASTRENSE

Durante más de cuatro siglos desempeñaron las funciones de iglesias castrenses las ermitas situadas en el primer recinto de la antigua fortaleza. En 1659, y tras varios años de obras, se terminó la actual iglesia del pueblo, edificio que ha sufrido diversas reparaciones y modificaciones a lo largo de su historia. La última en 1877, cuando se hallaba en un estado de inminente ruina, a punto de derrumbarse el muro en el que se apoyaba la capilla de las Ánimas, contiguo al solar inmediato, y con él todo el edificio. Durante años se habían acumulado materiales en el citado solar y aun dentro de la iglesia, donde se apilaban las planchas de mármol para unas obras que nunca se iniciaban. Por fin, y con proyecto del capitán de Ingenieros Aurelio Alcón, se procedió a su recuperación, obras que consolidaron el edificio, de forma tal que se ha mantenido en regulares condiciones hasta hoy. 


Iglesia del pueblo (Aurelio Alcón, 1877)

La iglesia del pueblo siguió siendo iglesia castrense hasta que el desplazamiento de la vida ciudadana hacia la zona de la Melilla moderna y la creación de nuevas unidades militares en el exterior de los recintos históricos, hizo pensar en la creación de una nueva capilla más céntrica. 

No habiendo medios económicos para levantar un edificio de nueva planta, la primera oportunidad se encontró cuando, adelantada la construcción del nuevo Hospital Docker  en la zona del Zoco, en enero de 1913 se procedió a desmontar el hospital del Buen Acuerdo, levantado de forma provisional durante la Campaña de 1909,  que se hallaba en el lugar que ocupa la actual plaza de Torres Quevedo.  La Comandancia cedió un barracón solitario que hasta entonces se había utilizado como farmacia, y la capilla se inauguró inmediatamente. En el mismo año se hicieron algunas obras de mejora, como darle una forma de cruz latina y la colocación de un púlpito en su interior, tras cuya reforma se abrió al público el 26 de octubre de 1913.

Pero esta cesión , como tantas otras en la historia de Melilla, tenía carácter provisional, y hubo un momento en que fue necesario urbanizar la zona,  en pleno centro urbano, y para ello era preciso desmontar el barracón  de la capilla. En este momento se pensaba que la iglesia del llano, la actual de la plaza de Menéndez Pelayo, sería una realidad a corto plazo, y podía suplir los servicios religiosos de la modesta capilla castrense. Pero no fue así y hubo que improvisar otra.

Hospital del Buen Acuerdo (1912), reproducción parcial de foto cedida por Juan Díez

En la zona del Mantelete estaba en proceso de desmantelamiento el cuartel de Artillería, también provisional desde la época de la  guerra de Margallo. En uno de sus extremos, frente a la estación de ferrocarril del puerto, estaba desocupado un pabellón. Allí fue donde se instaló la capilla castrense, también con carácter provisional, capilla abierta al público el día 6 de octubre de 1915. En abril de 1917,  tras recibirse una campana , y  con el fin de darle un aspecto  de edificio religioso, se le añadió un minúsculo campanario, como puede verse en la fotografía adjunta.

Capilla del Mantelete (1921)

El proyecto de la actual iglesia castrense se encomendó al capitán de Ingenieros Francisco Carcaño, quien lo comenzó el 26 de julio de 1920 y lo terminó pocos días más tarde, el 7 de agosto.

La obra se encontró con la principal dificultad: la falta de medios financieros. En el mes de septiembre siguiente se abrió una suscripción entre mujeres de militares y personas piadosas con el fin de allegar fondos para la iglesia, obra que se fue ejecutando a medida que llegaban recursos. La primera dificultad fue la cimentación, pues se levantaba sobre terrenos por los que transcurría el antiguo cauce del río de Oro. En abril del año siguiente se terminaban las arcadas de las naves y dos meses más tarde la cubierta.

En esta situación llegan los sucesos de julio de 1921, y ante las necesidades del momento se aprovechan las obras de la iglesia para almacenar municiones en su interior, continuando como almacén de Artillería hasta julio del año siguiente.

En el intervalo, la Junta de Arbitrios, a la vista de la lentitud de las obras, en sesión del 11 de octubre de ese mismo año, tomó la decisión de subvencionarlas hasta  su terminación, sin renunciar a las aportaciones provenientes de otras fuentes. Así, por ejemplo, se consiguió que el Ministerio de la Guerra aportara 15.000 pesetas y de recaudaciones voluntarias entre jefes y oficiales se recibieron otra 8.000 pesetas más; el resto, a cargo de la Junta.

Se reanudaron las obras en el mes de julio siguiente, y para reducir el coste se utilizó mano de obra procedente de la tropa.

La iglesia castrense el día de la inauguración

Las cristaleras se adquirieron en Zaragoza, de la Casa Paraíso
El pavimento de mármol llegó procedente de las canteras de Málaga.
El altar mayor se compró en Barcelona.
El resto de los altares se construyeron en la Comandancia de Ingenieros.
Los cristales de puertas y ventanas lo fueron en Alemania
La imagen de la Inmaculada fue regalo de la Reina Victoria.
La imagen de Santa Teresa llegó desde París, a través de Barcelona, y fue costeada por el Cuerpo de Intendencia de la que era Patrona.
La imagen de Santa Bárbara fue costeada por el Arma de Artillería, de la que era Patrona.
La imagen de San Fernando fue ejecutada en los talleres de la Comandancia de Ingenieros por el soldado Vicente Rodilla.



Algún tiempo más tarde las imágenes se completaron con las de San José y el Sagrado Corazón.El armonio, de la casa Christophe de París, fue donado por la Junta de Arbitrios.

En mayo de 1923 se terminaron las dos torres con lo que la iglesia estaba prácticamente terminada, por lo que el día 22 de noviembre de 1923 la iglesia era inaugurada por el  patriarca de las Indias, Vicario General Castrense.